Para mí, culminar la lectura de un libro determina un antes y un después, una especie de muerte y reencarnación. No soy la misma persona al cerrar la contraportada del libro. Algo muere dentro mío, porque la historia que había cobrado vida en mi interior se ha marchado para siempre. Pero no sin dejar en mí una huella imborrable, un recuerdo que podré evocar hasta que mi memoria perezca.
Y llega el momento de despedirnos, el libro y yo. Lo estrecho fuertemente contra mi pecho, lo beso para sellar mi afecto y dejo escapar alguna lágrima para liberarme de la angustia. Sí, angustia. Porque esta miserable existencia mortal no me bastará para leer todo lo que merece ser leído.
14.1.09
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1 comentario:
¿Y para escribir todo lo que merece ser escrito?
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