25.1.09

Crónica de unas Pseudovacaciones

Cuando mi mamá me comentó su idea de ir a una quinta en un pueblo a una hora de casa, me gustó. Tenía pileta, eso fue todo lo que necesité saber. Creí que sería el relax perfecto.

Me equivoqué.

El lema de esta última semana ha sido:

"La casa más estúpida, con el dueño más estúpido."

Entiendo que no todos pueden ser tan detallistas como mi familia. Mi papá es obsesivo con los detalles, y los demás tenemos algo de eso también. Es contagioso. Pero... el hombre que construyó esa casa no tiene ni una neurona en funcionamiento. Arquitectónicamente, la casa estaba mal hecha. Poco espacio. Terriblemente incómoda. Y eso que me supone que entran nueve personas. Éramos cinco y nos queríamos morir. Y como si fuera poco, la casa encerraba mucho calor y el ventilador de mi habitación era una porquería, uno de pie que no alcanzaba a ventilarnos ni a mí, ni a mis primos. El baño se inundaba de nada cuando nos duchábamos. La casa tenía 100 puertas sin ningún sentido. Había demasiadas mesas en el patio, y todas distantes entre sí, enterradas en el suelo, así que era imposible moverlas para formar una mesa más grande.

Agregarle las gallinas, el gallo y el pollito que viven a tiempo completo en ese lugar. Criaturas benditamente insoportables. Además vivía un caballo cerca, que cada vez que relinchaba nos mataba del susto. Y las cotorras, no se callaban en todo el día.

Otra cosa era la población. La gente era muy extraña, muy... espeluznante. Supongo que la gente del campo está acostumbrada a otro tipo de relaciones, como contarte toda su vida mientras comprás el pan.

Y estoy muy segura que los perros odian el pueblo y quieren irse con todas sus fuerzas. Todos los perros nos adoptaban (sí, nos adoptaban) y se metían en nuestra casa. El primer día se metió uno muy particular, un cachorrito negro con manchas blancas, cruza con Collie que nos robó el corazón. Lo llamamos Jacob. Le dábamos de comer y hacíamos planes para ver a dónde podíamos llevarlo cuando volviéramos a casa. Pero Jacob tenía dueño. En realidad, se llamaba Cacho (¬¬) y lo venían a buscar a cada rato y eso venía seguido de una golpiza horrible. El pobre perro lloraba, lo maltrataban todo el tiempo. No me extraña que se escapara de su casa para venir a la nuestra. Con nosotros era feliz. Y todos los perros nos seguían por la calle, era raro... Me siento mal por dejar a Jacob con esa gente :(

En fin... fue una semana absurda. Sólo rescato a Jacob y a la pileta, que era grande y profunda. ¡Ah! También rescato jugar al Scrabel en inglés. Un día tenemos que intentarlo xD

1 comentario:

Itzia, de cabello largo e ideas cortas dijo...

Por lo menos por lo que ibas funcionó, y si así es la gente del pueblo, una palabra y te contarán todo lo que seas capaz de oir y aun más.