21.8.09

1995

Recuerdo al menos una decena de las veces que ingresé a un quirófano, las demás no las recuerdo porque era demasiado pequeña. La última vez fue en 1995, me encontraba en un país extraño, lejos de mi familia y mis mascotas.

Y creo que uno subestima su país, su acento, su comida, su música, las cosas que lo hacen único. Allí me di cuenta de lo mucho que extrañaba mi hogar. No me malinterpreten, sigo pensando que nací en el país incorrecto, pero eso no quiere decir que no adore el pedazo de tierra que me tocó.

¿A qué viene todo esto? Pues a que volveré a ingresar a un quirófano, nada grave, por supuesto. Pero me puso nostálgica, hice memoria sobre todo lo que viví en los hospitales... Lo que me sorprende es el poder de la niñez, no tenía miedo a nada, no sé si era por una sana ignorancia de los riesgos que tienen una cirugía, pero nunca tuve ni siquiera nervios el día antes.

Hoy trato de no perder la cabeza, de no pensar en ello, pero siento un dolor en mi panza que no me deja tranquila. ¿Será porque sé exactamente cómo es la operación? ¿Será que los años me han vuelto cobarde?

No sé... sólo quiero que se termine esto, y continuar la vida adonde se supone que vaya.

2 comentarios:

Drucila dijo...

Es verdad eso del poder de la niñez... Somos maquinas de vida que tienden a no parar y hacer todo lo necesario para lograrlo... Pero eso cuando pequeños.
Despues nos volvemos lelos, y nos molestan los olores hospitalarios, la anestesia que nos divertía y la silla de ruedas con la que jugabamos a las carreras por los pasillos.
Una verdadera lástima.
Pero ahora de grandes nos queda el alivio de salir y volver a nuestra casa.

Hloke dijo...

La infancia es la fuente de la inocencia. Cuando vamos creciendo, la inocencia y la curiosidad desaparece, instaurándose el miedo y la responsabilidad. Es lo que tiene madurar y ser consciente del mundo real que nos rodea.